¡He conseguido! Soy finisher...
Apenas me había marcado 2 objetivos para este año : estar en la salida de la 5ª edifición del The North Face Ultra-Trail du Tour du Mont-Blanc y ser finisher de la misma. Aún no me lo puedo creer, pero he conseguido alcanzar los dos! Así he vivido esta carrera. Espero conseguirles transmitir todo lo que he sentido en las 44h51 min que ha durado esta aventura.
El grande día empieza...
24 de agosto. Llega por fin el grande día! Por la mañana intento dormir hasta hartarme, pero la emoción de lo que se me avecina no me deja estar en la cama mas allá de las 10h de la mañana. El resto del día lo paso en constante nerviosismo. Nunca más llega la hora. Llamo por teléfono a Cristo para hacer tiempo. Por fin, harto de no saber que hacer, sobre las 18h00 me acerco a la línea de salida. Que pasada, entre corredores y público podemos ser más de 20.000 personas apretujadas en la Plaza de la Amistad. Se leen distintas emociones en la cara de los corredores, pero seguramente todas en su interior piensan en llegar por sus propios medios y en menos de 46 horas a esta plaza; en la del público son más bien caras de asombro y admiración.
La primera buena noticia de la carrera es dada momentos antes de la salida por la organización: gracias a un anticiclón que se acerca a la región alpina, se esperan unas magníficas condiciones meteorológicas para los próximos dos días. Segundos antes de lo previsto, entre los murmurios de los corredores, del helicóptero que insiste en sobrevolar sobre nuestras cabezas y la voz del speaker de la organización, la música Monastery of La Rabida de Vangelis rompe para avisar el inicio de la grande aventura. El público empieza a gritar y a aplaudir a los corredores, el momento es de tanta emoción que las lágrimas se dejan ver en más de un rostro, incluso en el mío. Ahí vamos…
Hasta el primer avituallamiento, en Les Houches, ayudado por la buena calidad de la pista, troto por entre la multitud. Ahí nos encontramos con la primera subida hasta La Charme con 819 metros de desnivel positivo. Se empieza a notar que esto va ser duro y más de uno encuentra ya sus primeras dificultades. Opto por hacer la subida lo mas tranquilo posible. Antes de llegar al punto mas elevado, decido hacer mi primera parada técnica para ponerme el impermeable y preparar el frontal para la noche que se avecina. No hace frío, pero el viento invita a abrigarme. La noche llega en la bajada para Saint Gervais y de pronto me siento fatal, mareado, no se que me pasa, los sudores se enfrían en mi cara. Pedro, que pasa? Aún no llevamos ni 20 km? El miedo se apodera de mí, mientras los demás me adelantan a diestro y a siniestro a grande velocidad por la bajada. Mi cabeza no entiende que me pasa. Como todas las provisiones que llevo en cima, previstas para los apuros de los primeros 76 km, pero su efecto nunca llega a surtir efecto. Por fin el avituallamiento! Como un poseso, zampo todo lo que mis manos alcanzan: naranjas, frutos secos, plátanos, sigo con caldo y termino con biscocho relleno de pasas. Me siento mejor. De repente recuerdo que con la emoción de la prueba, había olvidado comer antes de la salida. Recuperado del susto y ya con mejores sensaciones, sigo camino hacia el siguiente avituallamiento, el de Les Contamines. El itinerario es agradecido, con buen piso. Vuelvo a sentirme bien y recuperado del bajón. Al llegar a Les Contamines decido pasar por él sin perder mucho tiempo. Son las 12h00 de la noche y las calles están a abarrotar de gente como se de una grande fiesta se tratara. Realmente este público es increíble! Ya en el avituallamiento de La Balme hago mi segunda parada técnica. Hace frío y cambio mi camiseta corta por una de manga larga y un forro polar ligero. Saco también los guantes y el gorro polar. Tomo algo caliente. Mientras, llega Gonçalo, un portugués de la Isla de Madeira que había conocido meses antes por Internet. Somos los dos únicos representantes del país luso y hemos acordado ayudarnos mutuamente en nuestro objetivo. Trocamos unas palabras sobre como afrontar la subida a Croix du BonHomme (2479 m). Seguimos juntos del avituallamiento, pero rápidamente pierdo contacto con él. No me preocupo, sigo a mi ritmo lento pero constante que suelo adoptar en las subidas mas fuertes. Miro para arriba y la luz de los frontales se avista hasta el infinito, mezclándose con las estrellas. Después miro hacia tras y vuelvo a perder de vista miles de luces que suavemente serpentean montaña abajo. Entretenido con el juego de luces, la subida se me hizo corta y menos dura. Llego bastante animado a su cima y emprendo una nueva bajada hasta Les Champieux. Al inicio está bastante resbaladiza y mojada. Por varias veces toco suelo y me pregunto si no me he equivocado con la elección de las zapatillas. Miro alrededor y el panorama nos es mucho mejor, con gente cayéndose constantemente delante y detrás de mí. Champiex llega por fin y paro solo lo justo para llenar la bolsa de agua y la botella con isotónica. Miro la tabla de tiempo y, con algún panico, veo que solo llevo 2 horas de adelanto con respecto a la hora de cierre de este punto de control. Me preocupo y salgo rápidamente hacia el Col de Seigne. La primera parte de la subida es por una carretera asfaltada en mal estado y, pasado la Ville des Glaciers, el camino regresa de nuevamente al reino de las montañas. A mitad de la subida vuelvo a tener mareos y empiezo a sentirme arrepentimiento por no haber perdido más tiempo a descansar y a comer en el último avituallamiento. La noche da paso al día y con las primeras luces vuelvo a ser ultrapasado por mucha gente. Entre ellas reencuentro a Gonçalo, que se había tomado la bajada anterior con mucho cuidado. Seguimos juntos los últimos metros de la subida. En la cima del Col de Seigne (2516 m), dos gigantescas tiendas amarillas nos esperan y con ellas también los primeros radios de sol que invitan a hacer unas cuantas fotos. Ya en Italia, una nueva bajada hasta al avituallamiento del Refugio Elisabetta. Aquí, descanso un poco y como lo necesario para recuperar la anterior crisis de energía. Me quito el forro polar y el impermeable, hago un pequeño chequeo mental a mi estado físico y a mi tabla de tiempos para comprobar que voy dentro de lo previsto y de nuevo tomo camino, ahora hacia Courmayeur. Dejo para tras una nueva subida y por delante ya solo me queda la enorme bajada de 1200 m de desnivel para terminar la primera etapa. La bajada es brutal Mis piernas se quejan, mis pies gritan de dolor y mi cerebro no consigue procesar tanto sufrimiento. De repente y sin motivo aparente, mi pie izquierdo comienza a dar señales de que el esfuerzo ha superado su límite y cada vez que toca el suelo los dolores se hacen insoportables. Por fin, llego al pabellón donde se encuentra el primer de los dos grandes avituallamientos.
Courmayeur
A las 11h00 de la mañana recupero mi primera bolsa en Courmayeur psicológicamente bastante afectado por los dolores de mi pie izquierdo y busco un rincón bastante escondido en el vestuario cambiarme de ropa. El calor ya se empieza a hacer sentir y decido ponerme ropa más ligera: una camiseta de manga corta, unas mallas también cortas y una gorra. Dejo solo el impermeable dentro de la mochila y guardo toda la ropa sudada en la bolsa que se va quedar de nuevo en Courmayeur. Reviso mis heridas de guerra: el tobillo del pie izquierdo está un poco inchado, pero aparte de eso todo esta bien. Le pongo un poco de analgésico que llevo conmigo y hago el intento de ponerme de pie. Vuelvo rápidamente a sentarme. El pie está mucho peor de lo imaginaba al principio. El fantasma del abandono paira de nuevo a mi cabeza. ¡No puede ser! Mordiéndome la lengua para olvidar el agudo dolor del tobillo, vuelvo a ponerme de pie decidido a seguir. Como algo de pasta, pero mi estado anímico no me deja ganas para comer. Alrededor veo mucha gente, ahora ya conocida. Con los españoles que veo, cambio algunos lamentos. A los pocos en entran de nuevo ganas de seguir. Ensayo un poco el pie que me duele y hago un nuevo momento de reflexión sobre mí estado. Me siento capaz de seguir, pero este contratiempo me obliga a trazar un nuevo plan para el resto de la carrera: a partir de ahora solo procuraré llegar a los puntos de control dentro de tiempo, se acabó intentar seguir mi tabla de tiempos. Seleccionada mi cabeza para la posición E (aún no se si ha sido de Economía o si de Emergencia), tomo con algún pesimismo el camino hacia el Refugio Bertone. La parte inicial de la subida la hago a través del pueblo de Courmayeur, para a continuación seguir por sendero bajo la densa vegetación. El calor aprieta y la sombra de la copa de los árboles se agradece bastante. Con mi doloroso estado físico, la subida se hace interminable. Mi cabeza ya solo planea la retirada al llegar al punto de control. Aunque momentos antes había decidido no volver a hacerlo, al llegar al refugio comparo mi ritmo que con el de mi tabla de tiempos y, increíblemente, compruebo que he perdido apenas 5 minutos respecto a lo que había previsto. Reconsidero mi decisión y, sin perder más tiempo, sigo para el próximo punto de control, el Refugio Bonetti. Mientras camino a ese destino, al dolor del tobillo que se hace cada vez más insoportable, de repente, se me junta un fuerte sueño. A mitad del camino doy conmigo totalmente desmoralizado y con pocas ganas de continuar con esta agonía y sufrimiento. Llamo por teléfono a mi mujer. Le cuento lo mal que voy y que he decidido retirarme en el siguiente punto de control. Ella anímame a seguir, pero me despido totalmente convencido de que en el próximo control voy a parar. Después de unas tres largas horas y bastante arrasado, llego por fin al Refugio Bonatti. Por la organización me entero de que para abandonar debo seguir aún hasta el siguiente avituallamiento. Decido descansar algunos minutos antes de seguir y para combatir el sueño, bebo un vaso con té, el primero desde que empecé la carrera. Llega Gonçalo y le cuento mi decisión. Me recomienda a dejarme de tonterías y a seguirle con él hasta Champex-Lac donde, con un buen masaje, estaré de nuevo listo para llegar a Chamonix. A demás, insiste que ser recibido por el público de Chamonix en la meta es un momento único en el mundo y que no lo debo perder solo por un dolor de tobillo. No sé si por la manera como me lo dijo, si por el efecto del té, de repente tanto el dolor como el sueño desaparecen de mi cabeza y acepto su propuesta de seguir. Una vez más los dos tomamos camino al siguiente punto de control. Aún no me lo puedo creer, pero hace media hora me arrastraba por los suelos, pensando en como iba a justificarme la retirada, y ahora voy como una moto a camino del mítico Grand Col du Ferret solo con Chamonix en mi cabeza! En la bajada sigo de cerca a Gonzalo, pero en el ascenso le pierdo nuevamente y decido olvidarme de él y subir tranquilo. La subida es tal como me la habían descrito, interminable. Al llagar arriba, miro hacia tras y veo el magnifico valle que va hasta Courmayeur. Al otro lado de la montaña está Suiza, mi tercer país en menos de 24 horas. La bajada hasta La Fouly, con tramos bastante técnicos y resbaladizos, se me hace eterna. El sol se ha puesto por segunda vez, pero al contrario de la primera noche, ahora hace calor. Llego a La Fouly. En las mesas del avituallamiento encuentro mucha gente durmiendo en las mesas. Procuro comer lo máximo que consigo. Consulto mi tabla horaria solo para estudiar el tramo que me separa de Champex-Lac. A ratos me deja de doler el tobillo, no se si por estar demasiado cansado para sentirlo o por el té que voy constantemente bebiendo de mi botella desde que salí del Gran Col du Ferret y que me tiene probablemente el sistema nervioso “punteado” para no ver la realidad. Me quedan 15 km para Champex-Lac. Con este ritmo y con el té, podré llegar en menos de 4 horas. De nuevo se me hace eterno este tramo de la carrera, especialmente la subida final que es demoledora para quien lleva ya 100 km sobre las piernas, pero lo mas importante es que sigo en la lucha por mi objetivo.
Champex-Lac
Al llegar a Champex-Lac recupero mi segunda bolsa y busco ser atendido rápidamente por un podólogo. A parte del dolor del tobillo, hace kilómetros que me acompañaban unas cuantas ampollas de agua en los dos pies. Durante la intervención del podólogo me duermo 5 minutos, pero me despierto asustado por el miedo de perder el conocimiento y solo volver a despertarme pasadas varias horas. Terminada la intervención, tomo el tiempo justo para cambiarme de ropa y llevar algo de comida a la boca. Quiero aprovechar el efecto del analgésico para acercarme lo máximo posible a Chamonix antes de que me vuelvan los fuertes dolores que he sentido en el tramo final de la subida. La primera parte del siguiente tramo es en bajada y voy a buen ritmo, pero con la subida a Bovine vuelvo a mi paso de caracol. El sueno ataca ahora como nunca y, por momentos, me duermo apoyado en los bastones. Son los corredores que vienen detrás que me despiertan y me convencen a seguir. Mi cabeza está ausente y mi cuerpo reacciona por reflejos. Increíblemente saco fuerzas no sé bien de donde para continuar, pero lo importante en ese momento es que sigo hacia mi objetivo. Ya es de día cuando empiezo la bajada hacia Trient, donde llego sobre 8h00 de la mañana. Nada más llegar a la tienda del avituallamiento entro en pánico al darme cuenta de que solo tengo 4 horas para hacer los 10 km con cerca de 800 metros de desnivel positivo que me separan de Vallorcine. Tomo un café, el té hace horas que ya no me hace efecto, y salgo corriendo hacia la próxima subida. Solo de imaginar que, después de tanto esfuerzo, puedo quedar eliminado por llegar tarde al siguiente punto de control no me termina de entrar en la cabeza y decido dar el máximo que puedo en la subida siguiente. Al llegar arriba, se me dibuja una sonrisa en la cara, inconscientemente mi cerebro ya sabe que lo voy a conseguir! Hago la bajada al mismo ritmo de la subida y llego a Vallorcine 2h15 antes del cierre del control. He conseguido! Ya nada me separa de Chamonix! Sin que yo lo subiera antes, en el avituallamiento me esperan mis amigos Johnny, Paula y la pequeña Maria Joao. Me reciben como si fuera el primero clasificado lo que me deja eufórico. Que bueno es ver caras amigas después de tantos kilómetros de sufrimiento! Descanso 15 minutos en el avituallamiento. Johnny, que hace menos de 24 horas había terminado la C.C.C., se ofrece para acompañarme en los últimos kilómetros de la carrera. Le contesto que será todo un placer compartir ese tramo con él y quedamos en el avituallamiento de Argentier para seguir juntos. Salgo en dirección a Argentier. Ya solo faltan 17 km y casi todo llano. Con la emoción voy corriendo, pero rápidamente me doy cuenta de que ya llevo 148 km en cima y que lo mejor es volver a caminar. Un poco antes del último punto de control, Johnny junta-se a mí. Para mantenerme despierto, vamos charlando sobre su prueba y la mía. Argentière. Ya solo quedan 10 kilómetros para la gloria! Al llegar al avituallamiento estoy mareado y pido comida a los voluntarios de la organización. Descanso 10 minutos sentado en una silla. Tengo todavía 4 horas para terminar la carrera. Vamos a por los últimos kilómetros, digo para mí. El último tramo discurre paralelo a un río, en un constante sube y baja bastante incomodo para quien ya va muy allá del su limite sufrimiento. Los dolores en el tobillo y en las heridas de los pies se hacen cada vez más insoportables. Cuando llevamos poco más de 30 minutos desde el último avituallamiento, me vuelvo a sentir mareado. Al ver que pierdo la sensibilidad en las extremidades de mi cuerpo, propongo tumbarme un poco con las piernas para arriba a ver si mejoro. Una inoportuna bajada de azúcar, pienso. Ya no tengo agua ni comida y al paso de otros corredores les suplico el precioso líquido y un poco de energía en forma de chocolate. El pobre Johnny intenta ayudarme, pero poco puede hacer cuando por un cuerpo que está ya muy para allá del agotamiento! Estoy a menos de 7 km de la meta. Solo me falta un poco más para conseguirlo. Llamo a mi mujer, le cuento que estoy casi, pero que se siento mal. Ella me anima junto con mis hijas a seguir! La comida empieza a hacer su efecto y, por fin, me pongo de pie y seguimos a paso lento. Johnny intenta recordar el recorrido que hizo 24 horas antes, pero todo le parece igual y se disculpa constantemente por no poder ayudarme más. A cada curva de la pista suelto un insulto a la organización por no me facilitar el camino a la meta. Después de casi 3 horas, por fin entramos en Chamonix. CHAMONIX! Mi ritmo se incrementa exponencialmente, casi me entran ganas de correr, pero recuerdo el incidente de hace menos de 2 horas y me contengo. El objetivo es llegar, solo llegar! Johnny se separa de mí a la entrada del pasillo reservado a los corredores. Corro el móvil y llamo a mi mujer. Lo pongo en manos libres para que ella viva conmigo este momento. Estoy en la recta de la meta. El público grita a mi paso como si fuera el primero clasificado, que pasada! Cruzo la meta! 44 horas y 51 minutos. He conseguido alcanzar mi sueño, soy “finisher” de la carrera de ultrafondo de montaña mas dura de Europa!